viernes, 20 de noviembre de 2009

La culpa...

Hoy Abril tenía una excursión. Ella cursa la primaria por la tarde pero en esta ocasión el viaje –corto porque era a un museo en Temperley- se hacía por la mañana. Tenía que estar a las 8 y regresaba a las 12.30. Entonces la llevé yo antes de salir para mi trabajo y después, si, la retiraría mi señora.

A las 7.50 estábamos en la puerta del cole. Había otros compañeritos jugando. A las 8.00 abrieron las puertas y dijeron que los chicos tenían que ingresar: -¿Para la excursión la dejo acá? -pregunté. -Si, si…fue la respuesta de la portera-. Entonces le di un beso, le desee que la pase muy bien y me fui.

Mientras me alejaba caminando observé que llegaban los dos micros que los iban a transportar. -Que lindo micros, pensé. A ella le va gustar viajar ahí.- y recordé los viejos cacharros anaranjados en los que hacíamos las excursiones –pocas, por cierto- en mi primaria.

A medida que seguía alejándome, pensaba si no tendría que haberme quedado esperando que se subiera al micro y desde abajo intercambiar saludos y “besos voladores” con ella. Y sentí una sensación extraña. Como que había faltado en algo.

Ya una vez que subí al tren no había vuelta atrás. “Vaya saber a que hora terminaban saliendo”. “Tampoco se iba a Bariloche o iba a faltar varías noches de casa”- pensé a manera de consuelo y buscando la manera de espantar esa sensación que continuaba en mi.

Unas horas después, ya superada esa “extraña sensación”, desde la oficina llamé a mi señora y le conté que a Abril la había dejado en el colegio porque me dijeron que ella tenía que entrar. Y me fui.

- ¿Y no te quedaste?- me preguntó cortante mi esposa.
- ¿Para qué?, si tenían que entrar y después recién se iban a ir- traté de explicar sin demasiado convencimiento.
- Como ¿para qué?- (y ahí me vi venir el "golpe"). Para verla subir al micro y que ella te viera. Y la saludaras desde abajo y eso. No ves que para ella era su primer viaje?-.


Y volvió esa sensación extraña...Era ni más ni menos que la culpa.

La misma sensación que se siente cuando dejas por primera vez a tu hijo/a en el jardín llorando mientras te pide a gritos que no lo hagas, que no te vayas y lo dejes ahí. Y uno, por fuera, se muestra frío como un témpano y se lo entregas a la maestra pero por dentro te invade esa sensación, esa enorme angustia que te carcome el alma. Y que durará todo el tiempo que estuvo en el jardín….

Después te enterás que fue cuestión de cerrar la puerta y el llanto y los gritos se acabaron y tu hijo, una vez en la salita se olvidó de vos y la maestra te cuenta que jugó toda la tarde con sus amigos.

Los hijos (y las esposas, agrego) saben muy bien como y dónde asestarnos el "golpe" para que “sangre” la culpa. La que yo llamo “la psicológica” es un "arma" que saben manejar muy bien. Con eso consiguen mucho. Lo entendieron desde bebé con sus llantos. ¿Y por qué las esposas?, se preguntará más de uno…porque a veces parecen y se comportan como niñas malcriadas.

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